
Mi Declaración
Pintar es inscribir una pregunta en la materia, abrir una grieta donde el símbolo y la emoción puedan convivir sin resolverse. Trabajo con lo que aparece en mi entorno afectivo, pero también con lo que resiste ser nombrado; fragmentos de infancia, objetos obsoletos, juegos detenidos, imágenes que insisten aunque nadie las convoque.
La infancia no está solo en los temas que elijo, está en la estructura misma de mi forma de crear. No como nostalgia, sino como lógica interna, como manera de abordar el mundo sin darlo por sentado, como un impulso a experimentar desde la ternura, el humor o la obstinación. Juego con lo que parece simple, aunque lo que emerge esté cargado de duelo o memoria. Nada está aislado: la materia, el gesto, el recuerdo y el cuerpo se implican entre sí en cada pintura.
El óleo me elige porque tiene un espesor que no se agota, pero a veces encuentro materiales en la calle, o entre los restos, y entonces los recojo como quien levanta una pista o un tesoro. Trabajo con lo que me atraviesa: personas, juegos, recuerdos, objetos, cielos, flores, sangre si hace falta. Si no tuviera nada de eso, pintaría con el aire! porque el impulso de crear no pide permiso, se abre paso. No hay técnica sin emoción, no hay gesto que no tenga historia.
Mis obras no declaran una verdad, tampoco esperan ser comprendidas del todo. Lo que proponen es un espacio sensible, un plano donde se suspenden los juicios y se habilita el afecto. A veces lo que parece alegre lleva escondido un dolor, y lo que conmueve también puede ser inquietante.
No me interesa ser funcional a lo que se espera del arte ni construir una identidad a medida de ningún sistema. Me interesa persistir en esta forma de existencia, seguir pintando como quien se habla a sí misma sin testigos, aunque intuyendo que alguien, del otro lado, quizá también se reconozca. Y en ese cruce, en ese breve temblor compartido, el arte encuentra su razón de ser.
Junio 2025